Están tan sensibles.
Los espasmos recorren las heridas ya cerradas, pero de alguna manera aun cicatrizan.
El picor lame la carne, e incomoda al huésped.
Solo se puede reír, aceptarlo y retorserce, dejándose llevar por el placer de irritar la tierna piel.
Las uñas arrebatan los cadáveres restantes del órgano, gastado.
Que placer y desesperación.
¿Cuándo desaparecerás esas marcas?
Y aun más, volverás a nacer.
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