Abro los ojos, la luz me lastima y cierro
bruscamente, tallo mis ojos para que poco a poco pueda ver.
Dejando a un lado la vista, noto que mi
cuerpo esta caliente por los rayos del sol, las ramas de un árbol evitan que
lleguen directamente a mis ojos, sus hojas son de un verde claro y brilloso.
No puedo apartar la vista, hasta que un
graznido me hace tomar conciencia de donde estaba.
Era sin duda uno de los lugares más
hermosos que allá podido ver, todo era verde, con flores abiertas y bellos
colores, podía oír el caminar de varios animales, el arrollo, el aleteo de las
aves.
Una pequeña ave poso en la rama que mire,
no lo podía distinguir muy bien pero era hermoso, pronto empezó a cantar, cerré
mis ojos, algo hizo cosquillas en mis brazos, olía dulce.
Con la mano tome algo que parecía estar en
montones.
Ro...rosas blan...cas.
Me levante por primera vez desde que
desperté, estaba en un ataúd. Tenía montones de rosas blancas.
Alguien grito mi nombre, pero...
Se escuchaba como corría y caía, también
como se levantaba, cada vez se podía oír más su respiración agitada.
Algo de entre las rosas galo de mi, quise
gritar pero una de las rosas callo en mis labios, me hundía entre ellas, otro
par callo en mis ojos, ya no podía ver.
Antes de caer en total oscuridad, escuche
como gritabas mi nombre, y sentí por ultima vez calor, cuando tu mano toco mis
mejillas.
El ave grazno, y deje de sentir cualquier
cosa.