Desesperación
Sobre la cama, con la espalda recostada sobre los almohadones estaba la pequeña figura de Killa. A Erika le habría parecido una hermosa estatua de cera, tan quieto y pálido, solo las lágrimas que recorrían las mejillas y el sutil temblor de los hombros dejaban ver que estaba vivo.
Cuando el tigre probó a su gato
No hay comentarios:
Publicar un comentario